DISCURSO ACTO EXALTACIÓN FESTERA

Celebrada en el Teatro Circo el 2 de julio de 2004

 

Armengola 2004Ilustrísimo Sr. Alcalde, Sr. Presidente de la Asociación, Embajadores Moro y Cristiano, Abanderadas y Abanderadas Infantiles, Autoridades, Junta Directiva Central, Socio y Festero de Honor, Alcaide del Castillo, Presentador de la Revista de Fiestas, Pregonero, Glosadora de la Fiesta, Señoras y Señores, Amigos y Festeros:

He llegado el momento en el que tanto he pensado en los últimos meses. Encontrarme ante todos vosotros, amigos, en este acto, que supone el inicio de nuestras fiestas, y tener la oportunidad de dirigiros unas palabras.

Durante este tiempo he podido detenerme a pensar más profundamente en la figura que voy a representar, y quiero compartir con vosotros la imagen que me he formado sobre la Armengola, su leyenda, su persona, su vida.

Hace casi ocho siglos vivió en Orihuela una mujer que tuvo la ocasión de conocer la mejor y lo peor de dos culturas y dos maneras de ser y de vivir, irreconciliables sólo aparentemente, temiéndose la una de la otra por creerse distintas, e ignorando la igualdad en lo esencial.

Estoy segura de que la Armengola amó por igual ambas formas de ver la vida, la cristiana y la musulmana, porque aunque había nacido y crecido en la primera, criaba a los hijos del alcaide musulmán de la ciudad, y no puedo imaginar que una mujer, habiendo sido madre, sea capaz de amamantar a un niño, a pesar de ser ajeno y no lo ame de alguna manera como propio.

Fue por tanto la Armengola una mujer privilegiada, que conociendo y conviviendo con dos culturas enfrentadas, pudo reunir en su persona valores de tolerancia y de igualdad.

Tolerancia e igualdad, los mismos valores que aún hoy, ocho siglos después, echamos en falta tan a menudo.

Pero la Armengola fue también una mujer de su época, a quien le correspondió la terrible decisión de elegir entre dos bandos, puesto que su condición y su tiempo no le permitían elevar la voz para unir a cristianos y musulmanes, gritando que el único odio entre ellos se alimentaba por la ignorancia.

Creo que no pudo sentir orgullo ni alegría en su decisión, sino una inmensa pena y angustia, al ver cómo su mundo se partía en dos, enfrentándose a sangre y fuego.

Merece la pena reivindicar esos valores, y por eso lo hago ahora ante vosotros, como mujer y como Armengola 2004, porque todo ha cambiado mucho desde entonces, pero siguen siendo las mujeres las depositarias de ese patrimonio, el de la igualdad, la tolerancia y la comprensión, porque somos nosotras precisamente, las que iniciamos a nuestros hijos desde pequeños en tales principios, educándolos para el futuro. Y porque somos nosotras las mujeres, las que hoy todavía tenemos que luchar en tantos ámbitos para defender nuestros derechos, que son a la postre los de todos, los de hombre y mujeres, cuando reclamamos simplemente dignidad en el trato, en las oportunidades laborales, en las relaciones sociales … que éste sea mi homenaje en mis palabras, a todas aquellas Armengolas anónimas, que a diario sacrifican tantas cosas, siempre con la mirada puesta en los demás, en sus hijos, en sus compañeros, en sus familias, en sus amistades… Y por eso aquí estoy, ostentando este cargo, que me llena de orgullo, pero a la vez de humildad, pues sois tantas las que lo merecéis que me parece injusto estar aquí yo sola. Quiero compartirlo con todas vosotras, mujeres oriolanas, tan absolutamente merecedoras de todos los honores.

Terminaré con unas palabras de agradecimiento a muchas personas por las que hoy estoy aquí; en primer lugar a la Junta Central de Fiestas de Moros y Cristianos, por brindarme esta oportunidad y por su comprensión; a mi Comparsa, los Moros Almohábenos,  por su respaldo y apoyo incondicional. A todas las Armengolas que me precedieron en años anteriores, mi agradecimiento y cariño por sus consejos y su experiencia. Y a mis amigos, que han venido hoy a estar conmigo, a acompañarme.

No quiero dejar pasar este momento sin recordar, de forma muy especial, a quien me llevó por primera vez de la mano, cuando era niña, a una Kábila, donde brillaban las luces y sonaban himnos de fiesta. Esa persona es mi padre.

Mandar un fuerte beso a mi madre, que hoy puede compartir conmigo este momento, tan feliz para mí como podéis imaginar. A mis hermanos, tan festeros como yo, dedicarles unas palabras y una gran sonrisa, por su cariño, por ser como son. A Juan Ignacio y a mi hijo Nacho, tan pequeño, que también ha venido hoy a verme, a ambos darles las gracias de corazón por haber sufrido conmigo los nervios de los preparativos de estas fiestas, y que me perdonen la falta de tiempo y dedicación. A ellos, todo mi amor.

Y a todos vosotros, amigos, por estar conmigo en un día como éste, tan señalado, tan especial en mi vida.

Muchas gracias.

Marisa Vidal Guevara

Armengola 2004

 

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Autor: Orest Derekn

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